sábado, 11 de octubre de 2014

En la playa un naranjo

Iba paseando un día por la playa, y me encontré un naranjo. Pensé que había tantas cosas que podía hacer con él: podía simplemente pasar de largo, ponerme a jugar o bailar con él, podía apoyarme en él o tratar de treparlo. Después de unos dubitativos y contemplativos minutos, me dije que aquel naranjo era fascinante y, que sno lo era yo. Algunos años han pasado, y he estado en otros montes y otras playas: algunas cercanas a esta, otras no tanto. En ellas siempre me he encontrado a mi querido naranjo, o al limonero, o al manzano, o incluso a veces a un melonar. De ellos aprendí que bien los mirase, o bien jugase con ellos, daban frutos. Siempre procuré traer de vuelta unos cuantos sin que se estropeasen.
¡Cómo iba a imaginarme yo que me encontraría con tantos árboles distintos y que darían tantas frutas! Vale, los limones son un poco ácidos, pero se comen. Además, hacen parecer mejor a las demás frutas. Las manzanas son muy nutritivas, las naranjas ácidas pero dulces a la vez, ... Los melones son una carga un poco pesada para llevar encima, pero cuando los terminas te llena una sensación refrescante comparable a la brisa marina.
Hay frutasy frutas, y ya que voy paseando, ¿por qué no pedirle un poco a cada árbol?

No hay comentarios:

Publicar un comentario